Entendiendo la deflación

Por Alan Reynolds

Varios analistas económicos afirman que existe un serio riesgo de que Estados Unidos podrían entrar en deflación-una situación en donde la mayoría de los precios continúan cayendo. Stephen Roach, economista en jefe en Morgan Stanley, escribió que: "Estados Unidos se encuentra al borde de la deflación."

La ansiedad por la deflación no es nueva. El 10 de noviembre de 1997, la portada del Business Week decía "La amenaza de la deflación." Mucho de ese análisis estaba basado en la necia mitología keynesiana de que el crecimiento económico sólido es inflacionario y que por lo tanto, un crecimiento débil (en ese momento en Asia) debe ser deflacionario. El Economist, con su tendencia keynesiana británica, también ha argumentado últimamente que Europa y Estados Unidos deberían promover una inflación más alta, razonando que la inflación y el crecimiento económico van de la mano. Pero echarle un vistazo a las cifras económicas levanta serias dudas.

Durante el último año, los precios al consumidor en China cayeron un 0.7%, una deflación un poco mayor que la de Japón. Aún así, el PIB real de China aumentó 8.1% y la producción industrial creció 13.8%. Claramente, el que los precios caigan no siempre es algo malo. En contraste, los precios en Argentina subieron un 38.5%, pero la economía cayó 13.6%. A pesar de la teoría keynesiana, la inflación es obviamente compatible con la contracción económica y la deflación con la expansión económica. La abundancia generalmente significa precios más bajos, y la escasez tiene el efecto opuesto.

En una columna reciente demostré que la debilidad del mercado de valores de Estados Unidos refleja principalmente ganancias pobres y que una razón de este fenómeno es que los costos estaban aumentando más rápido que los precios. Aquellos que se preocupan por la deflación presumiblemente se están refiriendo a los precios que las compañías norteamericanas reciben, no a los que pagan. La mayoría de nosotros acogería un poco de "deflación" en el precio del petróleo importado, y los consumidores rara vez se quejan de las rebajas y los descuentos.

En otra columna hice ver que las comparaciones entre las economías estadounidense y japonesa son superficiales, en parte porque Estados Unidos posee una política fiscal más inteligente y bancos más sólidos. Aún así señalé que, aunque la prolongada debilidad económica japonesa tiene muchas causas, ésta probablemente ha sido agravada por una deflación que pudo haber sido evitada. Lo que pareciera ser un superávit de bienes durante dicha deflación es en realidad una escasez de dinero, de tal manera que la gente tiene que liquidar los bienes y activos que poseen para adquirir el efectivo que quieren (por seguridad) o que necesitan (para pagar las cuentas).

Robert Barro de Harvard, escribiendo en Business Week, afirma que, "En algún momento, la política monetaria [de Estados Unidos] podría cambiar de preocuparse por la inflación a evitar el tipo de deflación que prevalece en Japón." Barro señala correctamente que esto representaría imprimir más dinero para crear un poco de inflación, y que las tasas de interés aumentarían en lugar de bajar si esto ocurriera. Las tasas de interés excesivamente bajas de Japón son un síntoma de problemas, no de estímulo. Si la economía japonesa estuviera creciendo un 4% y la inflación fuera del 1%, entonces las tasas de interés a largo plazo estarían más cercanas al 5% que al 1%.

En julio de 1984 escribí un artículo en el Wall Street Journal llamado "La 'Fed' coquetea con la deflación." La frase "coquetea con" fue seleccionada cuidadosamente. Ciertamente no quise decir que estábamos de ninguna manera cerca de una deflación, pero que podríamos dirigirnos en esa dirección al menos que la Reserva Federal revirtiera el curso (tal y como lo hizo). La evidencia que mencioné consistía en tasas de interés real altas, un dólar al alza y la caída de los precios en las materias primas. La tasa de interés sobre los préstamos de la Reserva en ese tiempo era dos veces más alta que cualquier medida de inflación. La alta tasa de interés real sobre el efectivo hizo atractivo liquidar activos de largo plazo, mercancías y divisas e invertir las ganancias en un fondo de mercado de monedas.

Sería difícil decir lo mismo sobre Estados Unidos hoy en día. La tasa de interés sobre los préstamos de la Reserva es de 1.75% y los precios al productor permanecieron esencialmente constantes durante todo el año pasado, si dejamos por fuera a los alimentos y la energía. Si substraemos casi cualquier otra medida de inflación de la tasa de interés sobre los préstamos de la Reserva, es difícil argumentar que las tasas reales de interés ajustadas a la inflación están demasiado altas. El índice de precios de materias primas del Economist ha aumentado 21.2% durante el último año, el oro ha subido 13.4% y el petróleo 28.9%. Esto dificulta sostener la idea de que la caída en los precios de las materias primas está indicando un desplome aún mayor en el futuro. La misma medida usada por la revista para el tipo de cambio del dólar ha disminuido de 119.6% a 115.1% durante el año, dificultando de igual manera el argumentar que el dólar está aumentando muy rápido. El índice de precios al productor cayó en septiembre; pero si descontamos a los alimentos, éste aumentó de 136.3 en enero a 139.3 en septiembre.

Todos estos números dificultan entender de qué están hablando los deflacionistas, al menos que simplemente sea que están pronosticando un crecimiento económico débil y tratando de explicar dicho pronóstico de una manera simple. Aún así, si el débil crecimiento económico es su verdadera preocupación, existe el inconveniente que la economía de mayor crecimiento en el mundo, China, también posee la mayor deflación.

Tal vez es que estamos esperando mucho de la política monetaria. La Reserva Federal sólo puede imprimir dinero. No puede imprimir trabajos.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.