¿Cuántas compañías de teléfonos necesitamos?
Por Richard W. Rahn
Si WorldCom quiebra, ¿tendremos suficientes empresas telefónicas? ¿Tenemos el número adecuado de supermercados, restaurantes de comida rápida y hoteles? Ni yo ni usted ni nadie lo sabe, pero el sistema privado de mercado lo ajusta y nos da lo que necesitamos. Para cada tipo de negocio hay un número óptimo de competidores dado el tamaño del mercado y las economías de escala. Una cadena local de comida rápida requiere unos pocos miles de clientes potenciales, mientras que una fábrica de automóviles necesita varios millones.
Tenemos problemas cuando el gobierno trata de adivinar el mercado. El gobierno dice que necesitamos más agricultores de lo que dice el mercado. El resultado son las decenas de miles de millones en subsidios para los grandes hacendados, "para proteger a la familia agrícola". Estos programas ya llevan más de 70 años, pero cada año tenemos a menos agricultores y excedentes agrícolas. El gobierno dice que debemos tener un solo servicio de correo. El resultado es un servicio postal gubernamental que se la ingenia cada año en perder miles de millones de dólares a pesar de ser un monopolio. El gobierno dice que podemos tener sólo un servicio de trenes de pasajeros. El resultado es el monopolio de Amtrak, al borde de la quiebra. Sólo aquellos con la visión de Washington -socialismo burocrático- creen que no tendríamos suficiente comida, entrega de cartas, trenes de pasajeros o servicio telefónico si no fuera porque el gobierno determina lo que se debe hacer.
Si yo quiero enviarle una información a mi hermana que vive a mil kilómetros de distancia, se lo puedo enviar por Federal Express, UPS, de muchas otras maneras o por correo. También puedo enviarla por teléfono, fax o correo electrónico. El gobierno no sabe ni tiene que decirme cuál tecnología debo usar ni cuántos competidores deben existir. El problema es que muchos burócratas creen que para eso están allí y como resultado las telecomunicaciones están exageradamente reguladas. Los reguladores hasta imponen distinciones artificiales entre lo que es local y larga distancia, cuando de hecho, con las nuevas tecnologías, la distancia se ha vuelto irrelevante porque la diferencia en el costo es mínima.
El resultado es que la industria de telecomunicaciones está deprimida a pesar del crecimiento del mercado y de los ingresos. Ya 13 empresas telefónicas están quebradas y 24 más confrontan insolvencia. El costo aumenta para los consumidores, pero si usted revisa su cuenta telefónica verá que buena parte consiste en impuestos federales, estatales y locales, además de otros cargos impuestos por el gobierno. Cuando toda una industria está en decadencia, usted puede estar seguro que por detrás está la mano peluda del gobierno.
Lo que el gobierno debe hacer es desregular el mercado de telecomunicaciones. Debe dejar de bloquear el surgimiento de nuevas tecnologías que permiten acceso al Internet a alta velocidad y mayor flujo de información. Las empresas que han invertido su propio dinero para construir redes deben poder determinar el precio de su servicio. El sistema actual ha privatizado las pérdidas y socializado las utilidades.
El gobierno también debe permitir la consolidación tanto vertical como horizontal en la industria de las telecomunicaciones. Así, el mercado determinará cuál es la estructura más apropiada. Dada la competencia en diferentes tecnologías, no hay peligro de un monopolio en telecomunicaciones.
El gobierno casi siempre se equivoca en su política antimonopolios porque define muy estrechamente el mercado y nunca previene el surgimiento de nuevas tecnologías ni de gerentes creativos. Cuando tomé mi primera clase de economía antimonopolios, nos enseñaban que el gobierno temía que IBM, General Motors y U.S. Steel se convirtieran en monopolios. La gente que se preocupa de un posible monopolio en telecomunicaciones se olvida que AT&T fue desmembrado cuando su posición cuasi-monopólica estaba tambaleante por las demandas de MCI y por las nuevas tecnologías.
Nuestros políticos siempre dicen que quieren ayudar a los pobres, por lo cual es necesario subsidiar al correo. Basado en esa misma lógica, se regula y se imponen impuestos a las comunicaciones más rápidas y de menor costo para subsidiar a las lentas de alto costo. Pretendamos que estamos viviendo en el año 2002 y no en 1790. Si privatizamos al correo, reducimos los subsidios agrícolas y utilizamos lo ahorrado en eso para darle acceso al Internet a la gente pobre en sitios remotos y le reducimos los impuestos a los teléfonos, todos estaríamos mejor.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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