Cero tolerancia tiene sentido

Por Radley Balko

Imagínese por un momento que usted es el padre de un adolescente. Él no toma, pero usted sabe que sus amigos sí. Usted tampoco es ingenuo/a. Usted ha leído las estadísticas gubernamentales estadounidenses: 47 por ciento de los estudiantes de secundaria le dicen a los investigadores que ellos han tomado un trago de alcohol en los últimos 30 días. Treinta por ciento dicen haber tomado por lo menos cinco tragos seguidos en el último mes. Trece por ciento admitieron haber manejado luego de haber tomado en el último mes.

Por lo tanto, ¿Qué hace usted con respecto a la vida social de su hijo? Muchos padres han decidido tomar una actitud realista. Ellos están organizando fiestas para sus hijos y sus amigos. Ellos sirven alcohol en estas fiestas, pero también piden las llaves de carros a sus invitados para asegurar que nadie maneje a su casa hasta la mañana siguiente. Su lógica tiene sentido: Los niños van a tomar; es mejor que lo hagan en un ambiente controlado y supervisado.

Eso es exactamente lo que una pareja de Rhode Island hizo en el 2004. Cuando ellos supieron que su hijo planeaba celebrar la noche de su fiesta de secundaria con un gran evento de alcohol en una playa a 40 millas de distancia, William y Patricia Anderson decidieron hacer una fiesta supervisada para él y sus amigos en su propia casa. Ellos sirvieron alcohol, pero William Anderson se estacionó a la entrada de la fiesta y recolectó las llaves de cada adolescente que se presentó. Nadie que asistió a la fiesta se fue hasta la siguiente mañana.

Por esto los Andersons fueron arrestados y acusados de proveer alcohol a menores. El caso provocó un debate feroz que eventualmente terminó en la portada del Wall Street Journal. El capítulo local de las Madres en Contra de Manejar Bajo la Influencia (MADD por sus siglas en inglés) extrañamente decidieron hacer un ejemplo de William Anderson, un hombre que probablemente hizo más por mantener a los adolescentes borrachos fuera de la calle que muchos padres del área de Providence.

De hecho, los Andersons tuvieron suerte. Una pareja de Virginia fue sentenciada recientemente a 27 meses en la cárcel por hacer una fiesta supervisada para los 16 años de su hijo, en la cual hubo cerveza. Aquello fue reducido luego de un apelado a la sentencia original de ocho años impuesta por el juez. La presidenta local de MADD dijo que ella estaba “sorprendida placenteramente” con el veredicto original de ocho años y que “admiraba” el trabajo del juez.

En el área de Washington, varios grupos civiles, organizaciones de salud pública y agencias gubernamentales se han unido para lanzar una campaña llamada Celebren de Manera Segura 2005. Usted puede haber oído los anuncios en las estaciones de radio locales durante la época de las fiestas de secundaria, alertando a los padres que los policías estarían tomando una actitud de cero tolerancia hacia el consumo de alcohol por menores de edad. Los comerciales dijeron explícitamente que aún las fiestas supervisadas—tales como aquellas en las que los padres recolectan las llaves de los asistentes—no serían la excepción. Los padres tendrían que arriesgarse a ser llevados a la cárcel y a ser multados por $1,000 por cada menor de edad que consuma alcohol en su fiesta.

No sólo estas actitudes inflexibles hacen poco para asegurar nuestras carreteras sino que también muchas veces empeoran la situación. Los niños de secundaria toman, particularmente durante la época de las fiestas de secundaria. Puede que no estemos cómodos con eso, pero va a suceder. Siempre ha sucedido. La pregunta es, entonces, ¿Queremos que ellos tomen sus carros, en los parques, en los lotes vacíos y en cuartos arrendados en moteles? O ¿Queremos que tomen en fiestas supervisadas por adultos, donde se les niega el acceso a las carreteras luego de que han entrado a la fiesta?

El caso de Virginia mencionado arriba es preocupante por otra razón: Los policías catearon esa casa sin una orden de cateo. Esto se esta convirtiendo más y más común en jurisdicciones con actitudes particularmente limitantes con respecto al consumo de menores de edad. Un fiscal en Wisconsin popularizó la práctica a fines de los 90s cuando él autorizó a los policías para entrar en las residencias privadas sin ordenes de cateo y para “entrar por fuerza, si es necesario”, cuando había la mínima sospecha de consumo de menores de edad. Por tales tácticas “innovadoras”, Paul Bucher ganó los aplausos de MADD, lo cual le resultó en un puesto en el rol de honor en la página web de MADD para los “Fiscales como Socios”.

El Washington Post reportó anteriormente sobre una fiesta en Bethesda en la cual no hubo consumo de menores de edad. La policía se acercó a los padres de la fiesta de graduación en un patio trasero y les preguntaron si ellos podían administrar exámenes de aliento a cada uno de los invitados menores de edad. La madre se negó. Entonces los policías cerraron el acceso a la cuadra y administraron los exámenes a cada invitado menor de edad que había estado tomando. La policía entonces comenzó a escribir multas de tráfico para todos los carros parqueados alrededor de la casa dónde tuvo lugar la fiesta. La madre le dijo al Post, “Casi parecía como que si ellos estaban enojados de que no encontraron nada”.

Seguramente hay preocupaciones más importantes para el sistema de justicia criminal del área de Washington que padres que tienen fiestas supervisadas para sus niños adolescentes. Estos padres por lo menos están suficientemente involucrados en las vidas de sus hijos para saber que el consumo de alcohol por menores de edad sucede y para tomar los pasos para prevenir que aquella realidad se convierta dañina. Nosotros deberíamos estar promoviendo ese tipo de acción, no arrestando a las personas por eso.

Este artículo fue publicado en el Washington Post, el 9 de agosto del 2005.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.