La violencia policial va más allá de una cuestión de raza

Cathy Young estima que si deseamos cambios prácticos y no solamente pasiones en las redes sociales, necesitamos menos retórica y más hechos sobre qué impulsa la violencia policial y cómo reducirla.

Por Cathy Young

La muerte de Tyre Nichols, de 29 años, residente en Tennessee, tras una brutal paliza grabada en vídeo por varios agentes de policía después de un control de tráfico, ha desatado una ola de indignación casi universal y ha reavivado las pasiones sobre la violencia policial y la raza. Pero este espantoso caso también pone de relieve la complejidad de esta cuestión: Nichols es negro, pero también lo son los cinco agentes que le golpearon. ¿Significa esto, como sugieren algunos, que el racismo en la policía estadounidense es tan generalizado que está interiorizado incluso por los agentes negros, o que priman otros factores no raciales?

"Esto no les ocurre a los blancos. Y esto es lo que significan las vidas negras", escribió el usuario de Twitter y podcaster "Papo" tras la muerte de Nichols, expresando un sentimiento común. Pero, por supuesto, así es. Tomemos como ejemplo a Deven Guilford, un adolescente blanco de Michigan muerto a tiros por un policía tras un control de tráfico en 2015 en circunstancias turbias (Guilford acató las órdenes de salir del coche y tumbarse, pero no obedeció la orden de soltar su teléfono móvil; la cámara de la policía se apagó justo antes del tiroteo real). La mayoría de estos casos sólo llegan a los titulares locales.

Dada la historia real de violencia racista contra los estadounidenses de raza negra sancionada por el Estado, es totalmente comprensible que se preste más atención a las muertes de personas de raza negra a manos de la policía, mientras que se desconocen los nombres de las personas de raza blanca que mueren en circunstancias a menudo similares. Pero esto crea inevitablemente la impresión generalizada de que el problema es exclusivamente racial.

Al mismo tiempo, la raza es un factor, pero complicado. Los hombres negros tienen 2,5 veces más probabilidades que los blancos de morir a manos de un agente de policía. No está claro el grado de disparidad racial en el caso de las mujeres, ya que muy pocas mujeres de cualquier origen racial son víctimas de este tipo de homicidios (Un hombre blanco tiene unas 20 veces más probabilidades de morir a manos de la policía que una mujer negra).

En parte, estas disparidades se deben incuestionablemente a los mayores índices de delincuencia en la comunidad negra (que sin duda reflejan una historia de opresión racial, pero siguen siendo un hecho, y que significan que los sospechosos de delitos son desproporcionadamente negros). También reflejan, sin duda, los perfiles raciales que se extienden a personas como Nichols que no son sospechosos de delitos, a veces basados en suposiciones inconscientes y a veces en prejuicios raciales conscientes.

Pero también hay factores no raciales que influyen en la violencia policial. Como señala David Kirkpatrick, redactor del New Yorker, en un comentario sobre el asesinato de Nichols, la formación policial en EE.UU. ha fomentado a menudo una mentalidad "guerrera" basada en un estudio erróneo de los años 90 que anima a los agentes a ver a cualquier civil como un asesino potencial y hace hincapié en el dominio agresivo como actitud correcta. Aunque estos métodos han pasado de moda, siguen influyendo en el trabajo policial (con la presencia de armas legales e ilegales como factor adicional).

Otros comentaristas señalan la falta de profesionalidad como una parte clave del problema. Los policías estadounidenses suelen recibir relativamente poca formación, mucha menos que en otros países (las horas mínimas de formación son el doble en Canadá y cuatro veces más en Inglaterra), y mucho menos que los cosmetólogos y gasfiteros. Por supuesto, más formación policial significa más fondos para la policía, no menos.

La brutalidad policial es un escándalo que toda sociedad civilizada debe condenar. La mayor atención que se le ha prestado en los últimos años es algo positivo. Pero si queremos un cambio práctico, no pasiones en las redes sociales, necesitamos menos retórica y más hechos sobre qué impulsa la violencia policial y cómo reducirla.

Este artículo fue publicado originalmente en Newsday (EE.UU.) el 31 de enero de 2023.