El Salvador: Hacia una sociedad más justa y competitiva

Por Manuel Hinds

En artículos anteriores he hablado de dos temas muy importantes para nuestra sociedad: la necesidad de tener una sociedad más horizontal y justa, y la de aumentar nuestra competitividad. En estos artículos he mencionado también la estrecha interrelación que hay entre estos dos temas, de tal manera que las medidas que tomemos para aumentar nuestra competitividad tiendan también a tornar más horizontal y justa a nuestra sociedad. La tecnología moderna permite lograr ambos objetivos a la vez.

Hace varias décadas, un filósofo estadounidense llamado John Rawls escribió una obra que ahora es clásica —Una teoría de la Justicia. En esta obra, Rawls se preguntó cuál sería la manera más justa de organizar una sociedad. La respuesta que él encontró es que sería la que, en competencia con otras sociedades, sería escogida por la mayoría de las personas antes de saber en qué parte de la sociedad ellas nacerían. La idea de Rawls es que la mayor parte de las personas escogerían una sociedad con altos privilegios —como las nazis, las comunistas y otras en las que unos pocos mandan y tienen— si es que ya supieran que serían parte de las clases privilegiadas en esas sociedades —el Fuhrer en la Alemania Nazi, el secretario general del partido comunista o miembros prominentes del partido en la Unión Soviética, Fidel Castro en Cuba o Chávez en Venezuela. Nadie, por supuesto, escogería nacer en la Alemania Nazi para ser una de las razas despreciadas en ese régimen, o ser un ciudadano común sin ningún derecho en los regímenes comunistas de la Unión Soviética y Cuba o en el régimen de Chávez. En realidad, los que promueven esos regímenes lo hacen porque creen, ilusamente en la mayor parte de los casos, que serán parte de las “clases dirigentes” o de “la vanguardia del proletariado” si éstos regímenes se instalan. En contraste, si nadie sabe en qué lugar de la sociedad va a estar, la mayor parte de las personas van a preferir una sociedad sin privilegios ni sub-privilegiados, sin favoritismos a los de un tipo o a los de otros tipos, basada no en la superioridad del estado (que en realidad es la superioridad de los que lo manejan) sino en el respeto de los derechos individuales, ya que esto les aseguraría que sus derechos les serían respetados en cualquier lugar en el que nacieran en la sociedad. Todos votarían por un régimen democrático, basado en el imperio de la ley. Es decir, optarían por una sociedad horizontal políticamente.

Este criterio también se aplicaría al régimen económico. Los que abogan por regímenes económicos que otorgan privilegios a unos a costa de otros lo hacen casi siempre porque creen que ellos estarán del lado de los privilegiados. Es decir, por ejemplo, creen que estarán del lado de los productores subsidiados, no de los ciudadanos comunes que pagan los subsidios o de los otros productores que fallan porque pierden su competitividad por tener que pagar más por menos calidad al comprar insumos producidos por empresarios que el gobierno ha privilegiado con protección contra la competencia externa.

De igual forma, los que saben lo que están haciendo al proponer el regreso del colón para imponer una política de devaluaciones creen que ellos mantendrán sus dólares de tal forma que ganarán de las devaluaciones a costa de la devaluación de los salarios y ahorros de todos los demás.

Si nadie sabe si uno va a estar entre los privilegiados o entre los que pagan por los privilegios de otros, la mayor parte de la gente va a votar por una sociedad sin privilegios económicos, con igualdad de oportunidades. Es decir, van a votar por una economía de mercado en la que el éxito dependa del esfuerzo de cada quien, no de ganguerías otorgadas por el gobierno. Por supuesto, escogerían también una sociedad que invirtiera fuertemente en el capital humano de sus ciudadanos —la salud y la educación de ellos— para que todos pudieran tomar ventaja de la igualdad de oportunidades.

El país ha avanzado mucho en la lucha por volver más horizontal la sociedad. Hace apenas un par de décadas el gobierno tenía y usaba las llaves para determinar el éxito económico de las personas, con resultados muy tristes para el país que incluyeron muy prominentemente la corrupción que acompaña a estos regímenes (los privilegios otorgados por el gobierno pueden venderse). Pero hace falta muchísimo para lograr convertir a El Salvador en una sociedad horizontal y moderna que pueda triunfar en el ambiente horizontal y moderno de la conectividad y la globalización. Muchas de las cosas que faltan son las mismas que elevarían la competitividad del país. Son las medidas que pueden tomarse para volver más competitivas a nuestras pequeñas empresas, para que los beneficios del crecimiento se rieguen en todo el país.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 28 de abril de 2006.